Es hombre es un ser social por naturaleza. Es una realidad que unos necesitamos de otros, no podríamos vivir solos.
Ningún ser vivo necesita de los demás en los primeros meses y años de la infancia tanto como el hombre.
La persona humana es mucho más que un ser lleno de necesidades, el ser humano es esencialmente comunicativo por lo que está llamado a compartirse y dejarse compartir por los demás. Todo ser personal tiende esencialmente a la entrega y a la participación, de forma que el ser personal está ordenado por esencia al tú y a la sociedad. La meta es el recíproco: dar y participar en los valores personales y por eso en las diversas estructuras sociales se determina su propia esencia, según la especie de los valores personales que en ellas intervienen; por ejemplo: el matrimonio, la amistad, etc.
Las relaciones humanas se ocupan de la habilidad de llevarse bien con las personas y de crear relaciones significativas. Esta habilidad es importante ya que afectan todos los medios en los que la persona se desenvuelve: su vida hogareña, escolar, social, de trabajo, etc.
Relaciones humanas defectuosas ocasionan divorcios, fracasos de negocios, frustraciones, inseguridades, etc. Sólo podremos establecer adecuadas y extraordinarias relaciones humanas si abrimos nuestro corazón y permitimos el paso de la humildad, virtud que hay que cultivar en nosotros para poder ver nuestra grandeza y la grandeza de los demás, dejarnos inundar del amor y procurar el bien de los que nos rodean; relacionarse con otro no sólo es hablarle: es mirarle, descubrirle, aceptarle, amarle, salvarle.
Todas las personas tenemos la tarea de crear conciencia de integración en la estructura social en la que vivimos, profundizando en los principios sociales universales para orientar y motivar la participación.
Aunque cada cual busca su propio bien, todos necesitamos los unos de los otros para obtenerlo. Nadie puede bastarse a sí mismo. Si estuviéramos solos(as), se limitarían nuestras posibilidades de:
Contar con ayuda y mayor protección alimenticia, habitacional y vestimenta, así como manejar peligros de: tormentas, animales salvajes, enfermedades y otros aspectos.
Encontrar el afecto y la compañía de otras personas.
Compartir con otros sobre nuestras actividades diarias.
Aprender de la experiencia de otros y recibir sus consejos.
Lograr mayores comodidades al recibir: luz, agua de la llave, gas para cocinar, herramientas, tiendas, refrescos, pan, radio, cine y muchas cosas más.
A todos nos gusta saber que somos únicos y que tenemos cada uno nuestro propio valor. Pero también nos gusta estar en grupos con personas que nos quieran y nos acepten. Somos seres humanos sociables. Tenemos tendencia a comunicarnos con los otros, por eso nació el lenguaje. Estos grupos los podemos hallar en nuestra familia, escuela, empresa, estado, colonia y otros. Es en su conjunto y en su interrelación de unos con otros como se constituye nuestra comunidad, la sociedad en la que vivimos.
Dentro de estos grupos, el más natural y el más importante es la familia. En ella, como seres humanos, encontramos formas de satisfacer nuestras necesidades básicas, el afecto y la enseñanza de los valores fundamentales de la vida.
Es evidente, pues, que necesitamos de la sociedad no sólo para sobrevivir, sino para progresar y superarnos. ¿Por qué? Porque en ella se realiza algo acerca de lo que casi nunca pensamos y sin lo cual no conseguiríamos nuestro desarrollo: El bien común.
¿Qué es el bien común?
Es el conjunto de condiciones de vida social que permiten, facilitan, favorecen y ayudan a las personas, a sus familias y a sus asociaciones al pleno logro de su perfección. En concreto: goce pacífico de un orden jurídico y su tutela junto con la oferta abrumante de satisfactores materiales e inmateriales, producidos y distribuidos con justicia y equidad.
¿A quién le corresponde la construcción del bien común?
A todos y a cada uno de nosotros, en la medida en que unos grupos requiramos de otros para allegarnos de los bienes que necesitamos para lograr nuestro desarrollo. Con ello nos referimos a la familia, la escuela, la empresa, las estructuras intermedias, el barrio, el municipio, el estado, la nación y en la comunidad internacional.
Es en la sociedad en donde encontramos mejores oportunidades y formas de alcanzar nuestro bienestar, de formar una familia y de crecer como personas. Al vivir en una sociedad y, concretamente, al
vivir en nuestra sociedad Chilena, tenemos también derecho a participar de su bien común. En ella, cada uno de sus ciudadanos, de los grupos, de las empresas y el Estado, tenemos que velar no sólo por nuestro interés particular, sino por el de todos.
Ningún ser vivo necesita de los demás en los primeros meses y años de la infancia tanto como el hombre.
La persona humana es mucho más que un ser lleno de necesidades, el ser humano es esencialmente comunicativo por lo que está llamado a compartirse y dejarse compartir por los demás. Todo ser personal tiende esencialmente a la entrega y a la participación, de forma que el ser personal está ordenado por esencia al tú y a la sociedad. La meta es el recíproco: dar y participar en los valores personales y por eso en las diversas estructuras sociales se determina su propia esencia, según la especie de los valores personales que en ellas intervienen; por ejemplo: el matrimonio, la amistad, etc.
Las relaciones humanas se ocupan de la habilidad de llevarse bien con las personas y de crear relaciones significativas. Esta habilidad es importante ya que afectan todos los medios en los que la persona se desenvuelve: su vida hogareña, escolar, social, de trabajo, etc.
Relaciones humanas defectuosas ocasionan divorcios, fracasos de negocios, frustraciones, inseguridades, etc. Sólo podremos establecer adecuadas y extraordinarias relaciones humanas si abrimos nuestro corazón y permitimos el paso de la humildad, virtud que hay que cultivar en nosotros para poder ver nuestra grandeza y la grandeza de los demás, dejarnos inundar del amor y procurar el bien de los que nos rodean; relacionarse con otro no sólo es hablarle: es mirarle, descubrirle, aceptarle, amarle, salvarle.
Todas las personas tenemos la tarea de crear conciencia de integración en la estructura social en la que vivimos, profundizando en los principios sociales universales para orientar y motivar la participación.
Aunque cada cual busca su propio bien, todos necesitamos los unos de los otros para obtenerlo. Nadie puede bastarse a sí mismo. Si estuviéramos solos(as), se limitarían nuestras posibilidades de:
Contar con ayuda y mayor protección alimenticia, habitacional y vestimenta, así como manejar peligros de: tormentas, animales salvajes, enfermedades y otros aspectos.
Encontrar el afecto y la compañía de otras personas.
Compartir con otros sobre nuestras actividades diarias.
Aprender de la experiencia de otros y recibir sus consejos.
Lograr mayores comodidades al recibir: luz, agua de la llave, gas para cocinar, herramientas, tiendas, refrescos, pan, radio, cine y muchas cosas más.
A todos nos gusta saber que somos únicos y que tenemos cada uno nuestro propio valor. Pero también nos gusta estar en grupos con personas que nos quieran y nos acepten. Somos seres humanos sociables. Tenemos tendencia a comunicarnos con los otros, por eso nació el lenguaje. Estos grupos los podemos hallar en nuestra familia, escuela, empresa, estado, colonia y otros. Es en su conjunto y en su interrelación de unos con otros como se constituye nuestra comunidad, la sociedad en la que vivimos.
Dentro de estos grupos, el más natural y el más importante es la familia. En ella, como seres humanos, encontramos formas de satisfacer nuestras necesidades básicas, el afecto y la enseñanza de los valores fundamentales de la vida.
Es evidente, pues, que necesitamos de la sociedad no sólo para sobrevivir, sino para progresar y superarnos. ¿Por qué? Porque en ella se realiza algo acerca de lo que casi nunca pensamos y sin lo cual no conseguiríamos nuestro desarrollo: El bien común.
¿Qué es el bien común?
Es el conjunto de condiciones de vida social que permiten, facilitan, favorecen y ayudan a las personas, a sus familias y a sus asociaciones al pleno logro de su perfección. En concreto: goce pacífico de un orden jurídico y su tutela junto con la oferta abrumante de satisfactores materiales e inmateriales, producidos y distribuidos con justicia y equidad.
¿A quién le corresponde la construcción del bien común?
A todos y a cada uno de nosotros, en la medida en que unos grupos requiramos de otros para allegarnos de los bienes que necesitamos para lograr nuestro desarrollo. Con ello nos referimos a la familia, la escuela, la empresa, las estructuras intermedias, el barrio, el municipio, el estado, la nación y en la comunidad internacional.
Es en la sociedad en donde encontramos mejores oportunidades y formas de alcanzar nuestro bienestar, de formar una familia y de crecer como personas. Al vivir en una sociedad y, concretamente, al
vivir en nuestra sociedad Chilena, tenemos también derecho a participar de su bien común. En ella, cada uno de sus ciudadanos, de los grupos, de las empresas y el Estado, tenemos que velar no sólo por nuestro interés particular, sino por el de todos.
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